Discurso Recepción de Propuestas Programáticas
UN PAIS SIN DISCRIMINACION
(2 DE JULIO 2005)
Amigas, amigos:
Estamos aquí para terminar juntos una etapa y comenzar otra.
Durante tres meses más de 1600 profesionales y técnicos han participado en 46 comisiones técnicas, que hoy han entregado sus informes. Quiero agradecer el esfuerzo de los 184 ciudadanos que sirvieron de enlace y de los 46 jóvenes profesionales que sirvieron como secretarios de las comisiones. Como ustedes saben, las comisiones han estado presentando sus informes frente al comando y al equipo programático. Todos hemos aprendido mucho. Les agradezco por enriquecer el contenido de nuestra campaña.
Este es nuestro primer paso, pero les voy a pedir algo más. Voy a continuar abusando de su generosidad.
Necesitamos tomar estas propuestas y trabajarlas junto a las de otros cientos de profesionales y técnicos democratacristianos e independientes, a quienes integraremos con entusiasmo, para consolidar un programa común. Mientras la derecha ni siquiera es capaz de ponerse de acuerdo en un candidato único, nosotros afirmaremos una vez más la unidad de la Concertación y nuestra capacidad para trabajar juntos, y para convocar a un importante número de independientes que desean entregar su propuesta del país que anhelan construir. Este programa común, además, deberá recoger las propuestas que hemos recogido a través de los Diálogos Regionales y Ciudadanos en todo Chile.
La presencia de Uds. aquí también tiene otro significado. Aquí se une la experiencia y nuevos aires. Con la elección de diciembre una nueva generación de chilenos tomará las riendas de nuestro país. Tenemos una deuda inmensa con aquella generación que recuperó la democracia y nos ha gobernado por los últimos 15 años. Pero llegó el momento de dar un nuevo paso adelante. Chile exige caras nuevas, ideas nuevas. Hacia allá estamos apuntando.
Durante los 15 años de gobierno de la Concertación hemos aplicado políticas con buenos resultados. Lo que nos queda es consolidar los éxitos y logros, y enfrentar aquello donde no hemos sido tan exitosos, o donde tenemos más por avanzar. Ustedes en su trabajo han planteado muchas ideas y han discutido muchos asuntos: Medio Ambiente, Ciudad, Transporte, Vivienda, Salud, Cultura, Seguridad Ciudadana, Discapacidad, entre otros. Todos importantes. Por razones de tiempo, hoy sólo me referiré a cuatro temas: educación, trabajo, discriminación y emprendimiento.
Estos cuatro temas tienen un elemento en común: abordarlos implica aprovechar mejor el potencial de todas las chilenas y chilenos. Este es el mensaje principal que quiero dejarles hoy: el talento de nuestra gente, su empuje y creatividad, lo estamos desaprovechando. Hoy en Chile no todos tienen la oportunidad de llegar arriba. No todos los que se lo merecen, por su esfuerzo y tesón, logran surgir.
Seamos francos: la cancha no es pareja para todos. No todos los chilenos se sienten tratados con respeto y dignidad. Una encuesta de hace menos de una semana revelaba que el 69% piensa que los derechos de las personas se respetan “poco”. Mi compromiso esencial es entender y hacer míos los problemas de miles de chilenos que no opinan en los diarios o la televisión; que no pueden contratar a un poderoso estudio de abogados; que no tienen parientes o cuñas en el aparato público, en el congreso, en los gremios o en los pasillos del poder. Esos son los chilenos que siempre pueden hacer valer sus derechos, que no tienen las oportunidades para sacar partido a su talento y esfuerzo.
El potencial de esos compatriotas se desaprovecha, en primer lugar, porque no siempre reciben la educación que merecen. Hoy casi todos los niños de Chile completan la educación básica, y porcentajes muy altos terminan la media. Hace dos décadas menos de dos de cada diez jóvenes chilenos iba a la universidad; hoy son casi cuatro de cada diez. Se trata de logros formidables, de los que debemos estar orgullosos.
Pero esas cifras ocultan otro desafío: la calidad de nuestra educación debe mejorar, para todos, y en particular para los que más la necesitan: los pobres. Nuestros alumnos no aprenden lo necesario para avanzar en el mundo moderno. De acuerdo a los resultados de prueba TIMMS del año 2003, 60% de los alumnos de 8º Básico no alcanza los conocimientos mínimos en matemáticas. En ciencias la cifra es 44%.
Nuestra educación, nuestras escuelas, pueden y deben dar mucho más.
Mejores escuelas se construyen con mejores directores. Apoyo entusiastamente la nueva ley que establece que el cargo de director de ahora en adelante se llenará por concurso público. Una ley, dicho sea de paso, a la que la derecha se opuso en el Congreso. ¿Será, me pregunto yo, para defender los intereses de algunos directores? Estoy segura que los buenos directores no deben temer, pues ganarán esos concursos.
Una educación de mayor calidad también exige profesores debidamente preparados y evaluados. Es lamentable que todavía no logremos un consenso acerca de un sistema nacional de evaluación, sistemáticamente aplicado, junto con apoyo en su perfeccionamiento.
Y una mejor educación también exige más plata. Muchos colegios particulares pagados gastan 200 y hasta 300 mil pesos al mes por alumno; las escuelas municipalizadas reciben mucho menos. Y tampoco gastamos más en aquellos niños que tienen mayores necesidades, por venir de sectores pobres. ¡Así no se construye un país justo!
Por eso apoyamos con mucha fuerza la subvención preferencial anunciada por el Presidente Lagos el pasado 21 de mayo. Nosotros habíamos propuesto algo similar; la llamábamos subvención diferenciada. La idea es que los colegios que eduquen más niños en situación desmejorada reciban un mayor aporte; a la vez que avanzaremos en mejorar la gestión educativa. Cuando esté en La Moneda una de mis principales tareas será garantizar que no se malgaste ni un peso aportado por los contribuyentes de nuestro país.
Hay un grupo de ciudadanas cuyo talento hoy no estamos aprovechando bien como país: las mujeres de Chile. Ellas hacen un aporte inmenso al bienestar de nuestras familias y al desarrollo nacional. Como trabajadoras, madres, profesionales, técnicas, artistas o intelectuales. Pero este aporte podría ser mayor aún. Y es nuestra obligación continuar abriendo más oportunidades a tantas.
En Chile la participación de la mujer en la fuerza laboral es baja. Casi 68% de los hombres trabajan. Entre las mujeres, la cifra es de apenas 33%. Una de las más bajas en América Latina, y muy por debajo de Argentina, Brasil y Uruguay.
Y como casi todo en Chile, la posibilidad de trabajar está desigualmente distribuida. Una mujer del 10% más rico de la población tiene casi 4 veces más probabilidad de conseguir un empleo que una mujer del 10% más pobre. Tremenda paradoja: ¡las mujeres modestas, las que más necesitan trabajar, son las que menos posibilidades tienen de hacerlo!
Lograr un mayor acceso de las mujeres al trabajo será otra prioridad central de mi gobierno. Este no es sólo un asunto básico de justicia y equidad. Es también una muy eficiente política contra la pobreza: muchos hogares dejarán de ser pobres cuando tengan dos ingresos. Y para todas esas familias en que la mujer es la jefa de hogar, el acceso a un trabajo puede marcar la diferencia entre una vida digna y la indigencia.
¿Por qué no pueden trabajar más las mujeres? Hay muchas razones. Parto mencionando una que se repite en múltiples encuestas y estudios: las madres no tienen con quién dejar los niños. Sólo el 19% de las chilenas con hijos chicos trabaja. En Suecia, la cifra es 78%.
Nuestro sistema de educación parvularia sigue siendo insuficiente. Sólo 35% de los niños de entre 0 y 5 años tienen acceso a algún establecimiento pre-escolar. Muchas de las capacidades cognitivas se forman en los primeros 5 o 6 años de vida. Todos esos niños que hoy no reciben educación parvularia tendrán un incierto desempeño académico en el futuro.
Será prioridad de mi gobierno universalizar el acceso a kinder y prekinder. También extenderemos el acceso para los niños más chicos, concentrando el esfuerzo en los más pobres. Lo dije cuando presenté la Agenda Pro Igualdad: Nuestra meta es que a los 8 años de edad, no queden rastros de las desigualdades de cuna de nuestros niños.
Con esta política todos ganan. Primero que nada, ganan los niños, que podrán aprender más y mejor el resto de sus vidas. Ganan también las madres, que tendrán mayores facilidades para salir a trabajar. Y gana la sociedad, que en el futuro tendrá menos jóvenes con problemas de aprendizaje, deserción escolar, delincuencia o drogadicción.
También desaprovechamos talentos y potencialidades de otro modo. Hay demasiados chilenos –no sólo mujeres– que no pueden aportar a la sociedad su trabajo y esfuerzo.
Hoy la economía crece a toda máquina: sobre 6% el año pasado y una cifra similar éste. Se crean muchos empleos nuevos, 240 mil nuevos empleos en los últimos 12 meses. Sin embargo, casi 530 mil compatriotas –más de 8%— siguen sin trabajo. Para los jóvenes de menos de 24 años, el desempleo es 19%. ¡Chile exige un mercado del trabajo que funcione mejor, que cree más y mejores empleos!
Mi gobierno impulsará una reforma laboral pro-joven y pro-mujer. Buscaré facilitar el trabajo a jornada parcial y con horarios adaptables, de modo que más jóvenes y mujeres puedan incorporarse al mundo del trabajo, pero garantizando a la vez empleo digno y decente, y no precario. Es indispensable también mejorar los mecanismos de capacitación. Así más trabajadores –y especialmente los jóvenes– tendrán las habilidades que exige la economía moderna.
También debemos fortalecer la negociación colectiva. Menos del 10% de los trabajadores de Chile están sujetos a algún convenio colectivo de trabajo. Y los trabajadores y la empresa, negociando en un marco establecido e igualitario, deberían poder acordar mecanismos de flexibilidad. Si ello permite aumentos de productividad y la creación de nuevos empleos, es decir, si les conviene a todos, ¿por qué no permitirlo? Para ello los trabajadores organizados deben poder sentarse a negociar en condiciones de igualdad con los empleadores. Necesitamos sindicatos fuertes e innovadores en las empresas.
La discriminación es otra lacra que le impide a Chile aprovechar el talento de su gente. El Código del Trabajo prohíbe expresamente “los actos de discriminación, ...exclusiones o preferencias basadas en motivos de raza, color, sexo, edad, estado civil, sindicalización, religión, opinión política, nacionalidad, ascendencia nacional u origen social”. Pero todos sabemos que ésta no pasa de ser una declaración de buenas intenciones.
No hace mucho el Canal 13 contaba la historia de un muchacho, egresado de la universidad con las mejores notas, que repartía y repartía currículums y no lograba encontrar trabajo. Hasta que un gerente de recursos humanos le dio el dato: “cambia tu dirección por una del barrio alto –le dijo—y pon que estudiaste en un colegio privado con nombre extranjero”. El joven le hizo caso y a poco andar encontró pega.
Historias como ésta nos indignan, nos remecen la conciencia. Pero el problema es tan común que a veces ni siquiera nos llama la atención. Basta con abrir el diario para encontrar decenas de avisos que ofrecen trabajos para personas de “buena presencia”, “dicción apropiada” o “excelente nivel social”; a veces los postulantes deben ser mujeres solteras; otras veces se exige que tengan cierta religión o que sean egresados de colegios privados. En Europa o Estados Unidos, avisos de este tipo provocarían escándalo. En Chile pasan inadvertidos. ¿Pero a alguien le cabe duda que son expresiones sutiles –y no tan sutiles— del racismo y clasismo más primitivo?
El resultado no es sólo una atrocidad moral. Es también un desperdicio de talento y productividad. Un estudio reciente de los egresados de Ingeniería Comercial de la Universidad de Chile mostraba algo tremendo. El peor alumno de una promoción puede ganar más que el mejor alumno de la misma promoción. Basta que el mal alumno provenga de un municipio de altos ingresos y vaya a un colegio privado, y que el buen alumno venga de un municipio pobre y sea ex-alumno de un colegio público.
¿En que quedamos entonces? ¿Es la productividad o los pitutos lo que decide quién obtiene los buenos trabajos y los altos sueldos? ¿No serían mucho más productivas las empresas chilenas si contrataran a los mejores, no a los más conectados? A mí, por lo menos, no me cabe ninguna duda.
Cuando sea presidenta aplicaré un código de conducta en el sector público que prohíba la discriminación laboral de cualquier tipo. E instaré al empresariado a suscribir voluntariamente un código similar. Aquí no se trata de crear burocracia ni regulación excesiva. Por el contrario, algunas medidas indispensables no pueden ser más simples. Partamos por no exigir foto o domicilio particular en los currículums. Y por explicitar –por ejemplo en la internet— las políticas de contratación y ascenso de las empresas.
Hoy hablamos mucho de meritocracia. La derecha ha adoptado la retórica de la igualdad, pero sin proponer soluciones concretas. Llegó el momento de pasar de las palabras a los hechos. Un país moderno es un país sin discriminación. ¡Hacia allá debemos avanzar!
También desperdiciamos otro gran recurso: la capacidad de innovación y emprendimiento de los chilenos. Hay muchos compatriotas que tienen el potencial de aportar con una nueva idea, un nuevo producto, una técnica novedosa o ¿por qué no? una nueva empresa. Pero la inmensa mayoría no logra concretar este potencial.
Hoy los empresarios más connotados suelen ser unos señores mayores, casi siempre hombres, que un su juventud tuvieron el privilegio de estudiar en un puñado de los mejores colegios y universidades. Esto no tiene por qué ser así. Yo quiero un país en que cualquier chilena o chileno, mujer u hombre, joven o viejo, egresado de un colegio público o privado, pueda llevar sus ideas a la práctica, convertirse en empresario.
Para emprender hay que innovar. Y en este punto tenemos problemas. Un dato resume nuestro pobre desempeño en innovación tecnológica. Finlandia, Irlanda e Israel son economías pequeñas y pujantes que Chile aspira a emular. Pues bien, al año Finlandia obtiene 177 patentes reconocidas internacionalmente por cada millón de habitantes; Irlanda 82 e Israel 88. Para Chile la cifra correspondiente es 1. Sí, me oyeron bien. Sólo una patente, 177 veces menos que Finlandia.
Cuando se trata de innovar el mercado tiene fallas. Necesitamos la participación del estado con planes de coordinación y fomento. Chile tiene hoy más de 30 programas o agencias públicas con este fin, muchos de ellos bien evaluadas. Pero existe poca coordinación y a veces, duplicación de funciones.
En mi gobierno estableceremos un Consejo Nacional de la Innovación, que fije las prioridades de política y centralice al menos una porción de los recursos. Lo financiaremos con los ingresos del royalty minero recién aprobado. Son 130 millones de dólares al año, que complementaremos reasignando platas existentes.
Lo he dicho en mi Plan Más Emprendimiento: Para que los chilenos con buenas ideas puedan emprender, también tenemos que facilitar el acceso al financiamiento. Hoy las tasas de interés son bajas. Pero a muchas empresas –especialmente las emergentes— les sigue resultando difícil conseguir un crédito. Buscaremos facilitar los trámites para constituir garantías. Diseñaremos fórmulas de flexibilidad tributaria para que pagar impuestos no limite innecesariamente la liquidez de las pequeñas empresas.
Y –lo que es muy importante—desde La Moneda reduciré la burocracia para abrir y cerrar empresas. El otro día me contaba un empresario que le tomó 18 meses obtener todos los permisos para un pequeño proyecto inmobiliario. Y eso que él contaba con un equipo de abogados de los más influyentes. ¿Qué queda para el resto de nuestros emprendedores? ¿Cuántos meses desperdician en trámites? ¡Así no se construye un país más próspero!
* * *
Ya para terminar, quiero insistir en algo que he enfatizado durante toda la campaña: Tenemos que contar con una mejor red de protección social, que dé tranquilidad y apoyo a los ciudadanos.
Los riesgos están desigualmente distribuidos. Los miedos están desigualmente distribuidos en Chile. Tenemos que avanzar hacia un sistema de apoyo integral. Porque si no, el ciudadano que quiere emprender se siente como un trapecista sin red, que hace miles de piruetas en el aire, pero que si cae al suelo, queda mal herido o se muere. Para esto hablamos de mejor atención de salud, de un Plan Auge funcionando a toda máquina. Tenemos que preocuparnos de su implementación, pero también de su difusión en la población. Ayer estuve en Osorno, viendo cómo funcionaba el primer día del Auge. Estaban todos los doctores, enfermeras y personal listos para atender, ¡pero no llegaban los pacientes! Tenemos que hacer una tarea de promoción de las garantías de salud que ahora tienen los chilenos.
También hablamos de avanzar en mejor educación a todos los niveles. Y hablamos de reformar el sistema previsional y garantizar pensiones dignas a nuestros padres y abuelos. El sistema tiene grandes falencias. Muchos de los supuestos sobre los cuales fue construido no se han cumplido. Tenemos que hacer algo, inteligentemente. Una de las primeras medidas de mi gobierno será implementar un Consejo de Reforma Provisional, con una misión clara. No podemos permitir que en algunos años más menos de la mitad de los chilenos ni siquiera accedan a una pensión mínima.
Amigos, amigas:
Quiero un Chile más justo y más libre. Un Chile grande, entusiasta, emprendedor.
Quiero que entre todos construyamos un país más acogedor, con mayor igualdad de oportunidades para todos.
Quiero un país transparente, en que la información esté disponible para todos, en que las decisiones no se tomen entre cuatro paredes, en los salones de un hotel cinco estrellas o en la casa de algún político o empresario poderoso.
Quiero un país en que los que mandan no sean siempre los mismos. Un país con caras nuevas e ideas nuevas. (Veo caras de preocupación. Que no se asusten quienes han aportado tanto, también los consideraremos). Pero mirando al bicentenario de Chile: ¡Caras nuevas e ideas nuevas!!!
Quiero un gobierno que apoye y ayude a quienes tienen ganas de surgir y emprender. Y un gobierno que sepa proteger a quienes se quedan atrás en el mundo dinámico de hoy.
Sueño con un país donde la riqueza, el poder y las oportunidades estén equitativamente repartidas entre todos, y que no sean privilegio de sólo algunos.
Sueño con un país donde la economía siga floreciendo, y en mejor equilibrio con el medio ambiente, para poder vivir en un país limpio y sano.
Un país que garantice, de verdad, un futuro digno a todas las niñas y niños de Chile.
Porque en el pasado hemos hecho las cosas bien. Porque en estos tres gobiernos de la Concertación hemos construido lo que hemos logrado, es que hoy podemos aspirar a más. Hoy, estos anhelos y sueños pueden convertirse en realidad. Sólo de nosotros los chilenos depende. De nuestro esfuerzo, nuestro empuje, nuestra voluntad.
Amigas y amigos, gracias por el trabajo que han realizado. Quiero invitarlos a unir todas nuestras fuerzas para que el 11 de diciembre no sólo tengamos la primera mujer Presidenta de Chile, sino también un Parlamento que apruebe las leyes necesarias para avanzar en los desafíos que tenemos por delante.
Porque depende de cada uno de nosotros. Porque somos más. Porque podemos. A trabajar, a trabajar, a trabajar. Y en diciembre, a ganar.
Muchas gracias.